jueves, 27 de octubre de 2011

La descripción III


MODELOS DE DESCRIPCIÓN DE PERSONAS 
La descripción de personas adopta distintas formas muy dispares atendiendo a la forma en que estas son descritas. En primer lugar podríamos encontrar la descripción de una persona a través de su apariencia externa, rasgos físicos e indumentaria. Este tipo de descripción recibe el nombre de Prosopografía. Observemos cómo en la siguiente descripción se destaca de Momo tan sólo su vestimenta y su apariencia física (Momo, Michael Ende):
El aspecto externo de momo ciertamente era un tanto desusado y acaso podía asustar algo a la gente que da mucha importancia al aseo y el orden. Era pequeña y bastante flaca, de modo que ni con la mejor voluntad se podía decir si tenía ocho años sólo o ya tenía doce. Tenía el pelo muy ensortijado, negro como la pez, y con todo el aspecto de no haberse enfrentado jamás a un peine o unas tijeras. Tenía unos ojos muy grandes, muy hermosos y también negros como la pez y unos pies del mismo color, pues casi siempre iba descalza. Sólo en invierno llevaba zapatos de vez en cuando, pero solían ser diferentes, descabalados, y además le quedaban demasiado grandes. Eso era porque Momo no poseía nada más que lo que encontraba por ahí o lo que le regalaban. Su falda estaba hecha de muchos remiendos de diferentes colores y le llegaba hasta los tobillos. Encima llevaba un chaquetón de hombre, viejo, demasiado grande, cuyas mangas se arremangaba alrededor de la muñeca. Momo no quería cortarlas porque recordaba, previsoramente, que todavía tenía que crecer. Y quién sabe si alguna vez volvería a encontrar un chaquetón tan grande, tan práctico y con tantos bolsillos.
Aquellas descripciones centradas sobre la psicología, la moralidad o incluso la conducta de la persona objeto de la descripción recibe el nombre de etopeya. Este es el caso de La descripción que de Fermín de Pas ofrece Clarín en el siguiente pasaje de La Regenta:
No renunciaba a subir, llegar cuanto más arriba pudiese, pero cada día pensaba menos en estas vaguedades de la ambición a largo plazo, propias de la juventud. Había llegado a los treinta y cinco años, y la codicia del poder era más fuerte y menos idealista; se contentaba con menos, pero lo quería con más fuera, lo necesitaba más cerca; era el hombre que no espera, la sed en el desierto que abrasa y se satisface en el charco impuro sin aguardar a descubrir la fuente que está lejos en lugar desconocido. Sin confesárselo, sentía a veces desmayos de la voluntad y de la fe en sí mismo que le daban escalofríos.
Sin embargo, suele ser el retrato la descripción de tipo más usual. En ella se combina la descripción del físico y la psicología de las personas. Muchas veces esta combinación de rasgos físicos y psíquicos no es casual sino que unos se proyectan sobre los otros o brotan de ellos, estableciéndose una correspondencia entre psicología y apariencia.En la siguiente descripción del correo del zar, Julio Verne mezcla magistralmente la robustez de Miguel Strogoff con su determinación y fortaleza, los rasgos de su cara con la bondad y generosidad del personaje:
Miguel Strogoff era un hombre alto, fuerte, de amplias espaldas y ancho pecho. Joven, guapo y robusto, cuando estaba bien plantado y asentado no parecía fácil poderlo mover de su sitio contra su voluntad: al apoyar los pies en el suelo era como si le echasen raíces. Alrededor de su cabeza, cuadrada en la parte superior y de frente ancha, se encrespaba una abundante cabellera cuyos bucles le salían por debajo de la gorra. Sus ojos eran azules oscuros, tenían una mirada recta, franca e inalterable, y brillaban bajo el arco de sus cejas. Su poderosa nariz, de anchas ventanas, dominaba una boca simétrica cuyos labios, algo prominentes, revelaban al hombre bueno y generoso.
                Miguel Strogoff tenía el temperamento del hombre decidido que no se para en indecisiones ni en dudas. Sobrio de gestos como de palabras, sabía estar inmóvil como un soldado frente a su superior. Pero cuando se ponía en marcha, su modo de andar denotaba gran seguridad y facilidad de movimientos, lo que probaba, a la vez, una gran confianza en sí mismo y una voluntad inquebrantable.